Ejecutados, pero posiblemente inocentes

Como parte de una campaña para que la pena de muerte sea abolida en todo EE.UU., la influyente organización de derechos humanos Amnistía Internacional patrocinó una serie de anuncios en Puerto Rico que representan las últimas comidas de presos ejecutados que años después se probó que eran inocentes.

Cameron Willingham fue condenado y sentenciado a muerte por incendiar su casa, muriendo sus tres hijas. Fue ejecutado en Texas en 2004 y en en 2010 un panel de la Comisión de Ciencias Forenses de Texas reconoció que los investigadores utilizaron "ciencia imperfecta" para determinar que el incendio fue provocado deliberadamente. Por ello, se presume su inocencia.

Su última comida consistió en costillas, aros de cebolla y dos trozos de tarta, entre otros alimentos.

Ruben Cantu fue ejecutado en 1993 por un robo y homicidio que tuvo lugar en San Antonio, Texas, en 1984. Doce años más tarde, sin embargo, su historia estalló en los titulares cuando dos testigos dijeron al Houston Chronicle que Cantu no había participado en el crimen. Se demostró su inocencia en 2010.

Cantu pidió pollo frito y arroz como última comida.

Claude Howard Jones fue ejecutado en Texas en 2000 por robo a una licorería y homicidio. Se probó que era inocente diez años después gracias a un análisis de ADN sobre un cabello. Jones no reconoció su culpabilidad pero expresó a la familia de la víctima que su muerte le pudiera dar un cierre a todos.

Claude Jones pidió filete, ocho huevos fritos, seis rebanadas de pan tostado con mermelada y un vaso de leche, una última cena a gran escala.

Leo Jones fue ejecutado en marzo de 1998 en la silla eléctrica en Florida luego de haber sido sentenciado a la pena de muerte por el homicidio de un oficial de policía en 1981. Un policía luego declaró que la confesión de Jones había sido arrancada a causa de palizas propinadas por otro oficial de policía, pero lamentablemente esperó para hablar hasta que se retiró para asegurar su pensión.

Leo Jones pidió un simple filete y huevos, papas al horno y cuatro rebanadas de pan tostado.

David Spence, de 40 años, fue ejecutado por inyección letal en 1997 por la tortura y asesinato de tres adolescentes. Según la teoría de la acusación, Spence habría sido contratado para asesinar a una joven mujer, que confundió con una de sus víctimas, matando a los otros dos para que no quedaran testigos.

El día de su ejecución, David Spence tomó su última comida: pollo frito, papas fritas, helado de chocolate, Coca Cola, té y café.

Spence mantuvo su inocencia hasta el final, negando haber torturado y asesinado a puñaladas a tres adolescentes en 1982. Policías que supervisaron la investigación creen que era inocente, ya que nada en la investigación los llevó a ninguna prueba de que Spence estuviera involucrado. No hay evidencia física de que Spence estuviera conectado con el crimen. El caso contra Spence fue llevado por un impetuoso policía de narcóticos que se basó en el testimonio de presos a quienes fueron otorgados favores a cambio de su testimonio.

Se presume inocente desde 2000.

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