Víctimas de la cirugía plástica

El término dismorfofobia, actualmente conocido como trastorno dismórfico corporal, consiste en una percepción distorsionada de la propia imagen, lo que lleva a la persona a preocuparse excesiva y anormalmente por algún defecto en su apariencia física.

Esto lleva a algunas personas a transformarse en clientes regulares de los cirujanos plásticos, porque nunca quedan satisfechas con los resultados.

Obviamente, existen indicadores directos para realizar alguna corrección quirúrgica (deformidad, accidente, edad) pero cuando el objetivo es la búsqueda de la perfección estética, ya es otra historia. Lamentablemente, en muchos casos se consigue lo contrario.

A continuación dos ejemplos extremos:

Amanda Lepore es un modelo e ícono transexual estadounidense. Las cirugías plásticas que se hizo incluyen implante de senos, implante de labios, rinoplastia, lifting facial y más.

Jocelyn Wildenstein es una millonaria suiza que, para reconquistar a su marido, se sometió a más de treinta cirugías (retoque de ojos, lifting facial, implante de pómulos, liposucción, levantamiento de cejas, implante de labios y un largo etc.) para darle a su rostro rasgos felinos, ya que su marido ama a los gatos.

Se ha hecho operaciones durante doce años, gastando unos cuatro millones de dólares.

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