Cómo funciona el miedo
El miedo es una respuesta emocional a diferentes amenazas y peligros, una de un pequeño set de emociones básicas innatas que produce el cerebro.
Nuestro cerebro retiene experiencias turbadoras que nos ayudan a reconocer amenazas potenciales. El sistema límbico revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos y a través de la amígdala cerebral se localiza la fuente de peligro.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos. Aumenta el metabolismo celular y la presión arterial, se agrandan los ojos, se dilatan las pupilas, se arruga la frente y se estiran los labios.
El corazón bombea sangre a los músculos más rápido y con más fuerza ya que nuestros músculos largos podrían tener que realizar una inusual cantidad de trabajo durante la respuesta de lucha o huida (la respuesta primitiva y automática de nuestro cuerpo que lo prepara para justamente luchar o escapar de un ataque, daño o amenaza a nuestra supervivencia).
La tensión muscular adicional es lo que causa el estremecimiento que atribuimos al miedo. La piloerección es cuando se erizan los vellos de nuestros brazos y piernas cuando nos asustamos.
Esta respuesta probablemente ayudó a nuestros peludos ancestros a sobrevivir al hacer que se vieran más grandes ante potenciales depredadores.
Otra reacción natural ante el miedo es la traspiración -el sistema de enfriamiento del cuerpo- anticipándose a escapar o a luchar.
Uno de los extraños efectos secundarios del miedo intenso es la dilación del tiempo, la aparente desaceleración del tiempo. Los objetos parecen caer más lentamente y somos capaces de complejos pensamientos en lo que normalmente duraría un parpadeo.
Hay 350 fobias oficialmente reconocidas. Las fobias se conocen como un trastorno emocional caracterizado por miedo intenso y desproporcionado antes objetos o situaciones concretas, aprendido a causa de una experiencia difícil de la vida, donde el miedo original es frecuentemente reprimido u olvidado.
Nuestro cerebro retiene experiencias turbadoras que nos ayudan a reconocer amenazas potenciales. El sistema límbico revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos y a través de la amígdala cerebral se localiza la fuente de peligro.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos. Aumenta el metabolismo celular y la presión arterial, se agrandan los ojos, se dilatan las pupilas, se arruga la frente y se estiran los labios.
El corazón bombea sangre a los músculos más rápido y con más fuerza ya que nuestros músculos largos podrían tener que realizar una inusual cantidad de trabajo durante la respuesta de lucha o huida (la respuesta primitiva y automática de nuestro cuerpo que lo prepara para justamente luchar o escapar de un ataque, daño o amenaza a nuestra supervivencia).
La tensión muscular adicional es lo que causa el estremecimiento que atribuimos al miedo. La piloerección es cuando se erizan los vellos de nuestros brazos y piernas cuando nos asustamos.
Esta respuesta probablemente ayudó a nuestros peludos ancestros a sobrevivir al hacer que se vieran más grandes ante potenciales depredadores.
Otra reacción natural ante el miedo es la traspiración -el sistema de enfriamiento del cuerpo- anticipándose a escapar o a luchar.
Uno de los extraños efectos secundarios del miedo intenso es la dilación del tiempo, la aparente desaceleración del tiempo. Los objetos parecen caer más lentamente y somos capaces de complejos pensamientos en lo que normalmente duraría un parpadeo.
Hay 350 fobias oficialmente reconocidas. Las fobias se conocen como un trastorno emocional caracterizado por miedo intenso y desproporcionado antes objetos o situaciones concretas, aprendido a causa de una experiencia difícil de la vida, donde el miedo original es frecuentemente reprimido u olvidado.
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